El crimen organizado es el responsable de por lo menos la mitad de los homicidios en Latinoamérica y el Caribe, y la región ostenta la tasa de homicidios regional más alta del mundo, según un reciente estudio.

La Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD) publicó hace poco su IV estudio mundial sobre homicidios, con una sección donde analiza cómo el crimen organizado es un motor de la violencia en Latinoamérica y el Caribe.

La ONUDD concluyó que la región tenía la mayor proporción de homicidios relacionados con el crimen organizado en el mundo. También halló que ocho de cada 10 países con las tasas de homicidios más altas del mundo se encontraban en Latinoamérica y el Caribe. Las tasas promedio de los homicidios, según estadísticas de 2021, fueron de 9,3 por cada 100.000 habitantes para Suramérica, de 16,9 para Centroamérica, y de 12,7 para El Caribe.

El ente transnacional contra el delito halló que mucha de la violencia es causada por los enfrentamientos entre grupos criminales con fácil acceso a armas de fuego. También concluyó que las medidas extremas de los gobiernos arrojan resultados contradictorios en lo que respecta al freno a las muertes violentas.

La competencia criminal agudiza la violencia

El estudio destacó la correlación entre la presencia de múltiples grupos criminales y los rápidos brotes de violencia homicida. Las complejas redes de organizaciones narcotraficantes, pandillas callejeras y milicias que operan en todo el continente crean una situación de volatilidad en la que la violencia puede escalar con rapidez cuando entran en competencia grupos rivales.

Esto es especialmente evidente en zonas con un ecosistema criminal fragmentado. En Haití y Trinidad y Tobago, un gran número de agrupaciones criminales se disputan desde tiempo atrás el control de diversas economías ilícitas, lo que explica la persistencia de las altas tasas de homicidios.

Otro factor relevante citado por el informe es la expansión del tráfico internacional de sustancias ilícitas, los cambios en la geografía criminal y la competencia que eso genera.

Los niveles récord de producción de cocaína en Perú, Bolivia y Colombia han acrecentado la violencia entre grupos criminales locales e internacionales en Ecuador, donde los homicidios presentaron un aumento de 94,7% entre 2021 y 2022, según la ONUDD. (El balance de homicidios de InSight Crime para 2022 registró un incremento de 86,3% año a año).

Costa Rica también vive un incremento de los homicidios que arrojó una tasa de 12,8 por 100.000 en 2022, según la ONUDD (El balance de homicidios de InSight Crime para 2022 registró una tasa de homicidios de 12,2 por 100.000 habitantes). El grueso de la violencia se deriva de disputas entre bandas dedicadas al narcotráfico, en particular por el control del puerto de Moín, en la provincia de Limón, centro clave para el transporte de cocaína hacia Europa.

Por el contrario, se ha asociado una reducción de la violencia con la consolidación de las actividades criminales en manos de unas pocas o una única organización criminal. Ejemplos similares se han observado en algunos estados de México en el pasado.

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Los flujos de armas ilegales dejan un rastro de sangre

El informe identificó la proliferación de armas de fuego como un factor clave en los altos niveles de violencia letal en América Latina y el Caribe.

Los países de la región registraron la mayor proporción de homicidios con armas de fuego, los cuales fluctuaron entre 65% en Centroamérica, 67% en el Caribe, y 70% en Suramérica para 2021, en comparación con 62% en Norteamérica, 12% en Europa y 15% en Asia.

Es común la importación legal o ilegal de ese tipo de armas desde Estados Unidos y Europa, y la falta de controles en la oferta y los mercados de destino facilitan la llegada a manos de las organizaciones criminales.

La laxitud de las leyes sobre el control de armas en Estados Unidos facilita el flujo de armas en Haití, donde la violencia de pandillas se ha salido de control. La tasa de homicidios en ese país pasó a ser de 18 por 100.000 habitantes en 2022, un incremento superior al 35% sobre el año anterior, según la ONUDD.

Varias naciones caribeñas, como San Vicente y las Granadinas, las islas Turcas y Caicos, Santa Lucía y las Bahamas, experimentaron niveles récord de homicidios en 2022, en especial por la competencia por las rutas de narcotráfico y la oferta de armas importadas de contrabando desde Estados Unidos.

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Los estados de excepción no son una fórmula infalible

Los estados de excepción en varios países de Latinoamérica han arrojado diversos resultados, con reducciones tanto como incrementos de la violencia letal, según el estudio.

El brutal, prolongado y polémico estado de excepción en El Salvador logró bajar la tasa de homicidios, de 17,2 por 100.00 en 2021 a 7,8 por 100.000 en 2022, según la ONUDD. (La tasa de homicidios registrada en el balance de homicidios de InSight Crime para 2021 fue de 17,6 por 100.000).

Pero en la vecina Honduras, las mismas medidas de seguridad de la presidenta Xiomara Castro no han reducido la violencia o la extorsión.

De igual forma, en Jamaica, los repetidos estados de excepción se han asociado a acusaciones de brutalidad policial sin reducciones sostenidas de la violencia, como se observa en el aumento de la tasa de homicidios, de 53,3 por 100.000 en 2022, sobre 47,3 en 2020, según la ONUDD. (Los balances de homicidios de InSight Crime para 2022 y 2020 registraron tasas de homicidios de 52,9 por 100.000 y de 46,5 por 100.000, respectivamente).

También en Ecuador, las medidas implementadas en el marco de un estado de excepción en 2022, como los traslados de líderes de pandillas a otros centros, han dado pie a masacres en varios centros penitenciarios por enfrentamientos entre bandas rivales.