Ana Griselda Blanco Restrepo fue una de las pioneras en el tráfico de cocaína a gran escala hacia Estados Unidos. Fue una traficante clave entre las décadas de 1970 y 1980 y tuvo un papel protagonista en las guerras de las drogas de Miami. Blanco era conocida como “La Madrina” debido a su presunta relación con Pablo Escobar o “La Viuda Negra” en referencia a las muertes de sus tres esposos.

Se le atribuyen varias innovaciones criminales, como el reclutamiento de jóvenes como “mulas”, o correos humanos, para transportar droga a través de aeropuertos y el uso de la violencia extrema, incluyendo la contratación de sicarios para eliminar a sus rivales.

Historia

Griselda Blanco nació en Santa Marta, Colombia, el 15 de febrero de 1943 y se trasladó a Medellín en compañía de su madre, Ana Lucía Restrepo, en 1955. Allí frecuentó los barrios Lovaina y Santísima Trinidad, donde comenzó su carrera delictiva, participando en robos a transeúntes y a casas de personas adineradas.

Pronto conoció a su primer marido y padre de sus tres primeros hijos, Carlos Trujillo, quien se dedicaba a la falsificación de documentos y visados estadounidenses. Cuando Trujillo murió de cirrosis a mediados de los años setenta, Blanco ya se había introducido en el negocio del narcotráfico gracias a su contacto con Alberto Bravo, su amante y segundo esposo.

Ambos comenzaron traficando remanentes de cocaína pura y legal que compraban a dos enfermeras de una exclusiva clínica de Medellín, según investigaciones periodísticas. Bravo la vendía por diez veces su valor en la ciudad de Nueva York, usando como fachada el negocio de importación y exportación que tenía junto con su hermano, Carlos Bravo.

Viendo el potencial del mercado de cocaína en Estados Unidos, Blanco y Bravo idearon nuevas maneras de expandir sus operaciones, trabajando con socios como José Antonio Cabrera Sarmiento, alias “Pepe Cabrera”, apodado por las autoridades “las alas del Cartel de Medellín” debido a su flota de aviones cargueros, y los hermanos Ochoa Vásquez (Jorge Luis, Juan David y Fabio), cofundadores del Cartel de Medellín.

A principios de la década de 1970, ambos se habían instalado en Queens, Nueva York, y estaban traficando grandes cantidades de cocaína y marihuana producidas en Colombia, Perú y Bolivia.

En octubre de 1974, las autoridades estadounidenses incluyeron a Blanco en la lista de los fugitivos más buscados, convirtiéndola en objetivo principal de la “Operación Banshee”, una de las primeras operaciones de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos. Sin embargo, sus continuos movimientos retrasaron su detención hasta el año 1985.

Blanco presuntamente asesinó a su esposo Alberto Bravo en 1975, y continuó con el negocio por su cuenta. Tras casarse con su tercer marido, Darío Sepúlveda, expandió su negocio por Miami, dando pie a cruentos enfrentamientos con sus competidores.

A principios de 1985, fue detenida en Irvine, California, junto con 12 miembros de la organización en operativos ejecutados en Panamá, Colombia y Estados Unidos.

Un juez la condenó a 15 años de prisión sin derecho a fianza, así como al pago de una multa. En 1995, mientras seguía cumpliendo condena, las autoridades la acusaron de tres asesinatos gracias al testimonio de uno de sus antiguos sicarios, Jorge Ayala. Blanco se declaró culpable en 1998 a cambio de una reducción de condena, siendo liberada y deportada a Colombia en 2004.

De vuelta en Medellín, Griselda Blanco llevó una vida tranquila por años, hasta que dos sicarios la asesinaron  a la salida de una carnicería en el barrio Belén en 2012.

Actividad criminal

Griselda Blanco fue una de las figuras más importantes en la expansión del tráfico de cocaína hacia Estados Unidos, siendo pionera de rutas y métodos de tráfico que marcaron el negocio durante décadas.

Blanco se encargó de organizar los cargamentos que abastecían los mercados de Nueva York, Miami, San Francisco y Los Ángeles, así como de lavar el dinero obtenido en las operaciones. Parte de la mercancía era introducida en pequeñas cantidades gracias al uso de falsos fondos en maletas y zapatos, jaulas para perros o ropa interior. Las cantidades más grandes eran enviadas en lanchas o usando falsos techos en las embarcaciones.

Durante su apogeo a principios de la década de 1980, la organización de Blanco llegó a transportar 1.5 toneladas de cocaína al mes . Además, fundó su propio grupo de sicarios, conocidos como los “Pistoleros”, a quienes se les atribuye el primer asesinato a quemarropa desde una motocicleta. Posteriormente, esta modalidad de asesinato se convirtió en distintiva del Cartel de Medellín.

Geografía

Sus operaciones de narcotráfico y la violencia asociada se concentraron en las ciudades de Medellín, en Colombia, y Nueva York, Miami, San Francisco y Los Ángeles, en Estados Unidos.

Debido a sus continuos cambios de residencia, las autoridades estadounidenses no lograron dar con su paradero hasta mediados de la década de 1980, cuando residía en California. Operaciones anteriores habían intentado atraerla sin éxito a Costa Rica, país con quien Estados Unidos compartía un tratado de extradición.

Aliados y enemigos

Durante la década de 1970, Griselda Blanco se asoció con notables figuras colombianas del narcotráfico, incluyendo Alberto Bravo, Carlos Enrique Lehder-Rivas, los hermanos Ochoa Vásquez y Pablo Escobar.

A medida que Blanco expandía su imperio, se vio inmersa en conflictos con numerosos narcotraficantes e incluso con algunos de sus propios socios. Las razones detrás de sus órdenes de ejecución eran variadas, incluyendo deudas, competencia y venganzas personales.

La competencia fue la mayor causa de violencia en el contexto de las conocidas “guerras de las drogas” en Miami. A partir de 1979, Blanco tuvo un papel clave en el aumento de homicidios entre grupos rivales que buscaban controlar el mercado de cocaína, después de que sicarios presuntamente contratados por ella asesinaran al traficante colombiano Germán Jiménez Panesso en una tienda del centro comercial Dadeland.

Las sospechas de traición también podían provocar una intervención fatal, como ocurrió cuando Blanco culpó a su entonces marido, Alberto Bravo, de robarle parte de las ganancias.

Su alto perfil dentro del mundo del narco le ganó a Blanco numerosos enemigos, que la persiguieron a ella y su familia a lo largo de los años. A principios de la década de 1990, sicarios asesinaron al hijo mayor de la traficante, Jhon Oswaldo Trujillo Blanco, en una taberna de Medellín. La autoría del similar asesinato de la narcotraficante 20 años más tarde permanece desconocida.